jueves, 3 de julio de 2014

A la orilla del río.

Cuando empecé este blog hace un año decía que era porque sólo vivía de recuerdos y era mejor si además de recordarlos los escribía, sirve para tenerlos más presentes. Hoy mi vida como sumiso es muy distinta, vivo suficientes cosas a diario que me hacen pensar en MAR y eso es un lujo para mí. Y aun así sigo teniendo recuerdos, ¿quién no? Aprovecharé estos días de reflexión para contar historias pasadas.

Hubo un encuentro con S (mi primer Ama en serio) digno de recordar. Como hacíamos en muchas ocasiones, fui al bar en el que ella pinchaba música justo antes de que cerraran y allí me quedaba tomando algo y haciendo tiempo hasta que pudiera salir.

Cuando terminó subimos a mi coche y nos fuimos hacia la localidad en la que vivía, a unos 20 minutos de Madrid. Al llegar me fue dando indicaciones para llegar a un sitio apartado y discreto donde nadie nos molestaría, aunque distinto de otros donde ya habíamos estado antes.

La primera orden imaginaba cuál iba a ser, desnudarme por completo. Y así me quedé, completamente desnudo en un camino rural, a escasos metros de una carretera por la que no pasaba nadie.

Enseguida noté que había algún mosquito alrededor, luego se sumó alguno más y empecé a sentir como me picaban. ¡Estábamos a pocos metros de un río en pleno verano! Seguro que pensaron que les habían traído carne fresca de cena.

Como en otras ocasiones, S se divirtió con una sesión de cinturonazos en mi culo, aunque alguno se desviaba ligeramente hacia mi espalda o hacia mis muslos. Y yo me revolvía tabto por las picaduras como por la sesión de spanking.

Cuando dio por finalizada la sesión estaba acribillado por los mosquitos. Me vestí y fuimos en coche hasta la puerta de su casa donde me despedí hasta la próxima vez.

Al día siguiente en mi casa conté cerca de 30 ronchones. Nunca hasta ese momento una sesión me había dejado tantas secuelas. De los impactos del cinturón no quedaba rastro pero las picaduras me acompañaron varios días y eso que siempre decía que uno de mis límites era no tener marcas después de las sesiones pero S cumplió su parte del trato, no había sido ella la que me dejó las marcas, pero se rió bastante cuando le comenté el resultado de la noche anterior. Eso sí, con esa diversión que produce un perro a su Ama. Ellas tienen un perro para su entretenimiento, para educarle, adiestrarle, ponerle a prueba, etc. pero siempre con un fondo de cuidarle si es que le aprecia. Exactamente igual que un am@ y un perr@ real.

Es por eso por lo que echaba de menos llevar un collar, por tener alguien que me cuide de una forma tan especial. Hoy día vuelvo a llevar collar y con orgullo muestro las tres letras que lo ocupanAunque sin duda las letras que ocuparían: "MAR".

En cuanto a la sesión de los mosquitos fue inolvidable y menos mal que la reacción alérgica no fue a más. Pero si la he contado aquí es como ejemplo de que hasta el encuentro más insospechado o simplemente la decisión más inocente, puede derivar en una práctica sadomasoquista a la que el sumiso tendrá que adaptarse y saber estar a la altura de lo que en el fondo desea su Ama, una entrega en la que sea ella y sólo ella quien fije los límites.

Así quiero que sea mi relación con MAR. Ofrecerle mi disponibilidad (aunque no sea 24/7) y que ELLA coja hasta donde desee.

SIEMPRE a los pies de MAR.
helmut{MAR}

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